No es extraño que algunas personas
confundan el servicio al otro (ser servicial) con el Servil
Sacrificio de la Sumisión. Al fin y al cabo, la educación
judeo-cristiana que hemos heredado a lo largo de los siglos ha hecho
un buen trabajo con eso. La culpa, el pecado y el castigo han ido de
la mano de la Santísima Trinidad. Un buen negocio, sin duda, que
goza de un aderezo principal: los implacables remordimientos de
conciencia. Con esos ingredientes, el mal está servido. Sentémonos a la mesa...
Vivimos en un mundo claramente
cooperativo, aunque se impongan otros sistemas socio-políticos y
económicos que digan lo contrario. Es por eso que el sistema
chirría. Se rebela, como muestra inteligente de armonía y
coherencia.
El ser humano es bueno por naturaleza.
Y social. Buscamos la cercanía con los demás, formar parte de algo,
de alguien. Icluirnos en algún lugar donde nos sintamos
razonablemente cómodos. Y diferenciarnos, también. Esa es la eterna
búsqueda, sin saber muy bien qué se está buscando.
No es cierto que la bondad habite en el
sacrificio, mucho menos en el servilismo. Esa es una santa mentira
que ha arrastrado a la perdición de muchas personas. La sumisa inclinación servil es obscena e indecente.Se alimenta de bajezas y miseria. Quienes se posicionan en ese lugar voluntariamente atentan contra la virtud de SER.
Honrar la vida
que vivimos pasa necesariamente por la estima hacia uno mismo y la
responsabilidad de procurarse dignidad y respeto. La bondad es
equidad, es intercambio justo y honesto. Es competencia.
Doblegarse a la humillación del
servilismo sacrificado es atentar contra la propia vida. Es declararse
incompetente y regalarse al otro como ofrenda de autodesprecio. No
hay nada de digno en eso, por Diosss...
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