Pienso, luego existo. O existo porque
pienso. Igual da que da igual. El asunto importante es que todo
empieza con un pensamiento. O mejor dicho, con la ATENCIÓN
que dirigimos a algo, lo cual lo convierte en posibilidad, y
ahí nace el pensamiento.
El pensamiento está hecho de la misma
sustancia que un átomo. No es una entidad física, sólo es un
impulso de energía e información. No se ve, no se toca, no
huele...Sin embargo crea nuestra realidad física, emocional y
mental. Así de poderoso es. Piensa en ello.
Cuando se piensa, se activan circuitos
neuronales, que si se repiten una y otra vez, se convierten en
aprendizajes, de modo que la próxima vez bastará con un pequeño
estímulo para su rápida activación (el “camino” ya está
dibujado). Pero cuidado, porque lo que no se usa se pierde...
Si lo aprendido es algo estupendo habrá
que seguir haciéndolo para que siga manteniéndose, pero si no lo
es, habrá que pensar en nuevos circuitos para desactivar los viejos,
y esto requerirá algo de esfuerzo y repetición, ya que el
hábito de circular por el viejo camino puede devolverte a él con
facilidad.
Se sabe que el pensamiento se
transforma en moléculas físicas, los
neuropéptidos, que son algo así como mensajeros que
conducen “la información pensada” en forma de sustancia química,
a las distintas células del cuerpo, debilitando o fortaleciendo el
sistema inmunológico. O lo que es lo mismo, enfermando o sanando el
cuerpo.
Por tanto, lo invisible se hace
visible. El pensamiento se hace carne. De ahí las famosas
somatizaciones, pero también las “remisiones espontáneas” de
enfermedades o dolencias, un desacertado término, porque no es
casual ni espontáneo sino fruto de una activación cerebral,
consciente o inconsciente. He aquí el problema, la inconsciencia. No
saber cómo hacerlo deliberadamente.
¿Y qué decir del efecto placebo y
del efecto nocebo? Resumiendo y a lo bestia: lo que crees lo
creas, para bien o para mal. Es un efecto poderoso que deberíamos
tomarnos en serio. La psico-bio-inmunología lo hace.
Hay personas que habitan en la
enfermedad perpetua y otras que lo hacen en la salud. Eso marca la
diferencia. La vida no es aquello que nos pasa sino cómo lo
vivimos. Y ahí entra en juego la ACTITUD, que tiene que
ver con la ATENCIÓN, que es aquello en lo que nos enfocamos (salud,
enfermedad, posibilidad, fracaso, ilusión, resignación...)
Recordemos que la atención en algo lo
hace posible (para bien o para mal) y activa circuitos neuronales
(para bien o para mal) y el pensamiento se convierte en neuropéptidos
con carga emocional (para bien o para mal) y la distribuyen a las
células del cuerpo (para bien o para mal) y crean o destruyen (para
bien o para mal)...Y lo invisible se hace visible (para bien o para
mal)
Elegimos todo el tiempo dónde habitar.
Elijamos bien.
Y esto sólo si hablamos de la química
corporal...
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