Vivimos presos de las confusiones. Nos
cuesta pensar. Aceptamos los condicionamientos sociales sin
cuestionárnoslos siquiera. Malgastamos nuestra habilidad neuronal en
pequeñeces de estrecha magnitud, cuando en realidad, somos seres
pensantes con una mente extraordinaria capaz de logros inimaginables.
¿Qué hace que nos limitemos de forma tan escandalosa?
¿La comodidad, aunque sea incómoda?
¿Las falsas creencias acerca de nuestras aptitudes?
¿El miedo? ¿La resignación? No, la
inconsciencia. Cuando se vive dormido, la vida se conduce sola, por
inercia. Se reacciona a las circunstancias, no se decide, ni mucho
menos, se crean las circunstancias que se requieren para el objetivo
que se proponga.
No es raro oír a muchos confundir el
sacrificio con la bondad, la responsabilidad con la culpa, el egoísmo
con el derecho pleno. Y como somos lo que pensamos, acabamos haciendo
lo que creemos, errados muchas veces.
Aprendamos a pensar, es nuestro deber
en la escala evolutiva, ¿no?
Pensar es una habilidad que se aprende
practicándola. Hagamos uso de ella. Invertir en cuestionarnos, es
sin duda, el mejor regalo que podamos hacernos, a nosotros y a los
otros.
Pienso que pensar que ya pensamos es no
pensar demasiado...
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