Me asombra la dificultad que solemos
tener para poner nombre a las cosas, más aún a las cosas que
sentimos. Las emociones son extrañas para muchos, confundiéndolas a
menudo o bautizándolas con un nombre que no es el suyo.
La enorme variedad de sensaciones,
emociones y sentimientos nos abruma, y a veces, nos lleva a creer lo
que no es, con la consiguiente repercusión que eso tiene en la toma
de decisiones.
No pensaré en hacer lo mismo si estoy
enfadada que si estoy triste o preocupada. ¿Pero qué ocurre si
confundo el enfado con la tristeza o no he visto el dolor que
esconde tras de sí? ¿Qué pasa si en verdad siento decepción
cuando creo que estoy apática? ¿Qué ocurre si confundo el rechazo
con el miedo?
Las más de las veces, cuando le
pregunto a alguien cómo está o qué siente, responden con un
lacónico “bien” o “mal”. Es trabajoso escudriñar qué
emociones hay detrás. Algo así como tirar de un hilo para ir
desenmarañando el enredo en el que uno está atrapado.
¿Te has parado a pensar que para
pensar no hace falta pararse? Pues para saber lo que de verdad uno
está pensando yo creo que sí, que es preciso pararse. Y para
sentirse, también. Sentarse a sentirse requiere voluntad y tiempo.
Atreverse a desplegar el inmenso abanico de posibilidades emocionales
no es tarea fácil, sobre todo, si nos limitamos al espectro
“contento, enfadado, triste, alegre”.
¿Qué pasa con el miedo, la vergüenza,
la inseguridad, el temor, la repugnancia, la decepción, el rechazo,
el entusiasmo, la esperanza, la inquietud, la apatía, la desilusión,
la serenidad, la excitación, el vacío, la fe...?
y éstas son sólo unas pocas...
¿Qué harías distinto si descubrieras
que tu rabia hacia él/ella, no es más que un dolor insoportable?
¿Qué cambiaría si descubrieras que tu sensación de incompetencia,
no es más que tu necesidad de ser valorado por otros? ¿Qué pasaría
si descubrieras que lo que crees firmemente acerca de ti o de
alguien, crea, para bien o para mal, lo que sientes?
¿Seguirías pensando igual? ¿y
sintiendo lo mismo?
Como dicen los que saben, la locura
consiste en hacer siempre lo mismo esperando resultados diferentes...
2 comentarios:
Supongo que, el ponerle el nombre correcto a una emoción y/o sentimiento, es un primer paso para encontrar un camino hacia un cambio de algo que no nos gusta, y así enfocarnos con mas claridad hacia lo que queremos. No confundirnos ni confundir a los demás.
Muy interesante!! Hace pensar..!!
Gracias Mayte
Me alegra saber que te ha hecho pensar...Tal como lo expresas es una buena forma de aclararnos nosotros y de responsabilizarnos actuando en consecuencia (y coherencia). Nosotros nos lo agradeceremos, pero los demás, también...¡Gracias por tu comentario!
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