sábado, 3 de marzo de 2018

S.O.S : LIBREMENTE PRISIONERA


Esta es la historia de Socorro, una mujer infelizmente casada.

Supo que su matrimonio sería un fiasco mucho antes de casarse, no obstante fantaseó con la idea de que las cosas cambiarían.

Como era de esperar el milagro no llegó y Narciso siguió siendo el tipo poco amoroso y frío que un mal día conoció. Era un hombre serio, inteligente y de buenos modales; un hombre de traje y corbata hasta en su casa.

A Socorro le sedujo su cortesía, un trato al que no estaba acostumbrada, y esa atención considerada la confundió con amor. El bueno de Narci no la sacó del error y juntos se enredaron en un despropósito de relación.

Ella pronto entendió que él no gustaba de cariños ni de besos, que los abrazos le tensaban, y el sexo era pura ficción. Los cuidados de amor nunca existieron pero tampoco el enfado o el malhumor. Convivían sin vivir juntos. Una suerte para él y una tortura para ella.

Con el tiempo Socorro se acostumbró a la soledad compartida y a pasear sus anhelos por la casa, haciendo de aquel piso sin alma su hogar y acariciando lo poco que tenía aunque viviera de prestado.

Allí se quedó, languideciendo, negándose a dejar lo que nunca tuvo. Esa fue su elección.

Porque no se puede escapar a la libertad de elegir. Siempre hay opciones, tantas como excusas; pero no queremos ser libres. Buscamos por todos los medios que sean otros quienes elijan por nosotros y nos liberen de nuestra libertad de elegir...Esta es la gran paradoja.

Nos resistimos a tomar decisiones porque eso implica elegir una opción y renunciar necesariamente a otras, perdiendo algún beneficio, por pírrico que éste sea.

Cuando se rompe con la pareja, no se rompe sólo con ella sino con mucho más: se rompe con el hogar que se ha construido, con las cosas sencillas que nos acompañan en la cotidianidad, se rompe con amigos, con rutinas establecidas, con lugares, con proyectos...Con la vida conocida.

Dicen los que no saben, los que pervierten su vida llorándola, los que nunca vivieron vivos, dicen, con hilarante convicción, que “más vale malo conocido que bueno por conocer”.




(Foto: Pedro Figueras)

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