sábado, 6 de noviembre de 2010

SOBRE CAFÉS Y MERENGUES

Hace unos días, quedé con un buen amigo. Andábamos charlando de cosas serias, ya sabéis, de si el café se disfruta más con crema o sin ella, de si el merengue con toque a anís estropea o no su peculiar sabor…En fin, de las cosas que de verdad importan. No me preguntéis cómo ocurrió, pero en algún momento debimos abandonar la compostura y sobriedad, porque acabamos charlando de auténticas trivialidades. Soy incapaz de recordar cómo llegamos a ese punto, pero allí estábamos, hablando de insulsas anécdotas sobre niños y psiquiatras. Nada serio.

Debíamos andar ya por el tercer café (con crema, por supuesto) cuando mi amigo torció el morro, y su gesto se volvió burlón.

- ¿Nunca te he contado que a mí, de niño, me llevaron al psiquiatra?

- Pues no...(pero no me sorprende, pensé)

- Tenía 7 años, y de una pedrada, le abrí la cabeza a un niño…Un chulito del barrio..¡17 puntos le tuvieron que dar! Se armó una buena…Los padres de la criatura querían denunciarme, y mi madre se cabreó muchísimo conmigo. Decía que “no era normal” que yo fuera tan violento con sólo siete años. Estaba muy preocupada y me llevó al psiquiatra.

(No hagamos un drama. Que conste que esto me lo cuenta con una sonrisilla pícara, de dulce venganza)

La historia que sigue sonará familiar a más de uno.

Mi amigo, en esa época, era blanco de burlas y tortazos del típico gamberrete de barrio. Ese niño abusón le llevaba por la calle de la amargura a mi pobre amigo, que cada día llegaba a casa llorándole a su madre:

- “Mamá, es que fulanito siempre me pega”

- “Pues si te pega, tú pégale más fuerte”

Mi amigo, que era un niño obediente, siguió al pie de la letra el sabio consejo de su madre, y un día, en plena batalla campal con el susodicho elemento, agarró un pedrusco de dimensiones considerables, y le atizó en toda la cabeza. La herida fue memorable, tuvieron que llevárselo a urgencias, sangre a borbotones, gritos, llantos…

Mi amigo, atónito, no entendía el revuelo y mucho menos, el castigo. Su madre le gritaba, reprochándole lo que había hecho. Se la veía aturdida y preocupada, y le recriminaba: ¿Pero qué has hecho? ¿Cómo se te ocurre? Este niño no es normal…tanta violencia…tanta agresividad…Te llevaré a un psiquiatra. Y cumplió con la amenaza.

Ya en la consulta del ilustre doctor, la pobre y angustiada madre, temerosa del veredicto, le preguntó:

- - Y bien, ¿cómo lo ve, doctor?

- - A su hijo estupendamente, pero a usted le convendría terapia.

La madre agarró al niño y se largó indignada y maldiciendo al loquero…¡Pero qué se habrá creído! (curioso el enfado, al fin y al cabo, el psiquiatra le da una buena noticia: su retoño está mentalmente sano)

Lástima que la frustración de la señora le impidiera entender. Podría haber aprendido que su hijo actuó exactamente como ella le ordenó: “Si ese niño te pega, pues tú le pegas más fuerte”. Imagino el cruce de cables de mi buen amigo: “Pero si he obedecido ¿por qué me regaña? “

¿Imagináis qué aprendizaje sacó para los años que siguieron?

4 comentarios:

Patrick Bateman dijo...

¿Haz lo que hago y no lo que digo?

Anónimo dijo...

" A por ellos, que son pocos y cobardes".Y así lo hizo. Me encanta.Menuda experiencia ir al psiquiatra y que te diga que estás estupendamente, pero tu madre... ¡La vida misma!

Anónimo dijo...

Dios le da pan a quien no tiene dientes!
No creeis que esta señora, aunque haga terapia, siempre habrá actitudes que no cambiará?
La inteligencia emocional, no es innata?

Un abrazo

Maria

yomixma dijo...

Me hizo recordar (y meditar) sobre una anécdota parecida con mi hija.....Llegó un niño nuevo al barrio de la edad de mi hija (6 años) y su forma de relacionarse era mordiendo y pegando a los demás, mi retoño a cada momento entraba en casa llorando y gritando: ¡Carlitos me ha pegado!, a lo cual un día le respondí de mala manera: ¡si vuelves a casa llorando porque te ha pegado encima te pegaré yo para que espabiles, así que la próxima vez le das un guantazo!, la niña dejó de llorar y se fue al patio, a los dos minutos el que lloraba era Carlitos (sonreí jeje) y escuché a la madre de Carlitos gritarle a mi hija: ¡por que le has pegado niña! y mi hija sin pensar le dijo: ¡porque me lo ha dicho mi madre! jajaja....... solo me queda decir que Carlitos no volvió a pegar a mi hija.
Gracias por tu entrada al blog, me encantó.

Amelia.