Mario acudió a terapia con una demanda
muy clara: “quiero cambiar algunas cosas en mi forma de ser porque
sino la perderé”
No es extraño oír algo así en
consulta. A menudo obedece a un “despertar tardío”.
Cuando la motivación para el cambio no
proviene de uno mismo sino que es fruto de un ultimatum lanzado por
la pareja, probablemente hace ya largo tiempo, entonces, el
pronóstico suele ser poco halagüeño.

En la vida de pareja puede adoptarse un
funcionamiento parecido: desoír las necesidades del otro, no tomar
en serio sus deseos de que algo sea distinto, y no tomarnos el tiempo
para hablarlo, discutirlo o negociarlo, es una forma de posponer los
problemas. Ignorar las quejas o anhelos sólo implica falta de
interés en el bienestar del otro, y por lo tanto, poco entusiasmo en
vivir una buena vida en pareja.
A menudo, después de un tiempo de
vivir en el “mañana lo haré”, y ese día no llegar nunca, suele
ocurrir lo predecible, que la pareja se cansa de esperar, y
sospechando lo improbable del cambio deseado, se acaba alejando
emocionalmente, poco a poco, casi sin darse cuenta. Y entonces, su
pareja descubre que apuró demasiado, y correrá a hacer, no
motivado por su propia necesidad de cambio sino forzado por el miedo
a la ruptura.
El problema es que se llega tarde. Cuando él llegó, ella ya se había ido.
Y entonces sueles oírles decir: ¡Pero
si AHORA estoy haciendo lo que me pedía!
Sí, pero AHORA es tu Mañana y para
ella tu ayer...Demasiado tarde.
2 comentarios:
Muy interesante el artículo, hace reflexionar bastante.
Gracias Violeta. Un saludo
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