martes, 14 de septiembre de 2010

QUÉ SERÁ...SERÁ...

Isomorfismo por oposición.

Extrañas palabras para decir algo sencillo: "Yo no seré como mi madre. Mi hijo no sufrirá como yo. Se sentirá libre para decidir, se sentirá escuchado por una madre comprensiva y siempre dispuesta. Estaré ahí para lo que necesite y sabrá que le quiero por encima de todo"

Yo seré, seré….y él será…será…

Así empieza el delirio de algunas madres. Lanzándose cuesta abajo y sin frenos en una carrera perdida antes de iniciarla. Demasiadas expectativas concentradas en la persona equivocada, demasiada atención focalizada en alguien que no es uno mismo. El buen hijo que debe cumplir con lo que se espera de él porque así lo ha soñado su madre, con toda seguridad mucho antes de que naciera… “Tu serás todo aquello que a mí no me dejaron ser”

Esa es una historia que se repite a menudo. La hija que cuando se convierte en madre concentra todo su esfuerzo en no ser como ella, como su propia madre, confundiendo el “hacer algo distinto” con el “hacer todo lo contrario”. Sin darse cuenta de que un giro de 360 grados no te lleva a un lugar diferente. Triste aprendizaje. Tantos años invertidos, tanto esfuerzo, tanto sacrificio baldío tiene que doler y mucho. Y más cuando el adorado retoño alcanzada la preadolescencia se atreve de malos modos a escupir a la cara de su pobre madre las peores y más hirientes palabras que ésta se juró no oír jamás: “¡Eres como tu madre!”.

Esta madre cuya vida sacrificó en su contienda personal, es probable que acuse a su vástago de mal hijo, desconsiderado con su dolor y con su esfuerzo siempre mayor que el de nadie. Esa madre llorosa y llorica con porte quejicoso que se siente incomprendida por un mundo hostil que no le recompensa como ella merece. Esa madre presa de su propia confusión, porque no es el hijo el causante de su dolor, sino ella misma. Pero aún no lo sabe. Se resiste a descubrirlo o a aceptarlo. Demasiada ilusión invertida en saldar una deuda pendiente con ella misma ¿A quién reclamar el pago de toda una vida? Dos opciones: señalar como acreedor al hijo ingrato, perdiéndose para siempre en el lamento infinito y acusador (pero dolorosamente cómodo) o señalarse a sí misma preguntándose algo sorprendentemente revelador:

“¿Yo soy parte del problema o parte de la solución?” Así me posicione, así haré…

Yo seré…seré…


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