martes, 22 de enero de 2008

SI ME QUIERES: ¡COME Y CALLA!


Soy delgada. Quizás más de lo que me gustaría, lo admito. Extrañas paradojas de la vida: soy delgada y de apetito voraz. Me encanta comer. Disfruto haciéndolo. No perdono una comida y desayuno dos veces (como los Hobbits).

Hace unos días, me echaba unas risas con mi suegra. Ella quisiera que me engordara unos kilitos (cosa que ya me gustaría conseguir) y en su empeño por lograr el objetivo, rebuscó en el armario de la despensa, y me endosó unas tabletas de turrón (del sobrante navideño) con un gesto más imperativo que suplicante “¡Toma, come, disfruta y engorda!” Es su manera de cuidarme, y yo lo acepto divertida.

La comida nos une y nos separa. Es un vehículo socializador. Celebramos acontecimientos, aniversarios, bodas, reuniones…¡Alrededor de una mesa!. Cuando nos reencontramos con alguien que hace tiempo no vemos, lo invitamos a comer o cenar. Cuando hemos de hablar con un amigo sobre algo que nos preocupa, solemos citarnos para un café o una comida. Las reuniones familiares, también se organizan a través de ágapes. Reuniones de trabajo, en las que puedan tratarse cuestiones delicadas, siguen la misma fórmula. Y así, en un sinfín de situaciones.

La mesa donde la familia come es el lugar de las confesiones, de las risas, de las revelaciones. Más que en cualquier otro lugar de la casa, es donde se adquieren las capacidades y las experiencias familiares, el sentido de pertenencia, el afecto y la identidad familiar. La comida se convierte en un elemento importante a través del cual giran los conceptos de educación, control, conformidad y obediencia.

Pero comer no sólo es un momento de convivencia y de placer, también puede ser de rabia, de discusión y de protesta. De luchas de poder. Los niños se enfadan y escupen la comida. Los adolescentes, desafiantes, se levantan airados de la mesa y sin probar bocado, en un pulso enérgico por reafirmarse. Algunas parejas zanjan sus discusiones en medio de una comida, que no llega a los postres…Yernos y nueras batallan secretamente con sus familias políticas, a través de los platos, dejando rastros evidentes de que la comida no ha gustado…¡Es un claro sabotaje!
Y es que no comer, es un modo de pelear, de agredir a quien te cuida alimentándote...


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