sábado, 5 de enero de 2008

ESTAMOS EN CRISIS: TENGAMOS UN HIJO

¡Cuantas veces de forma más velada que explícita, se toma la tremenda decisión de tener “otro” hijo cuando las cosas no marchan bien en la pareja!

La angustia que desencadena la amenaza de una posible ruptura, conduce a la toma de decisiones desesperadas. Se siente pánico cuando se imagina seguir viviendo sin el otro. Se resquebraja todo nuestro universo, y asaltan imágenes de desesperación y locura. Cuando se atraviesa esta frontera imaginaria, se descubre uno frágil, perdido y dependiente. El horror de un futuro incierto, cuando pasamos media vida planeando estabilidad y certezas, puede llevarnos a tomar decisiones desesperadas. Tener un hijo es la más cruel y temeraria, porque en esa ocasión, los hijos no unen sino atan. Y tener hijos no lo convierte a uno en padre o madre, del mismo modo que tener un piano no te convierte en pianista.

No se puede ser padre si aún no se ha dejado de ser niño.

Al igual que los niños, esconderse ocultando el rostro entre sus manos cuando el miedo atenaza, y pensar “ya se ha ido, ya no está”, no es la mejor estrategia para afrontar situaciones difíciles. Los fantasmas siguen ahí, acechando, aunque se quiera soñar que ya no están. No hablar de lo que se teme, no evita que ocurra. Más aún, su presencia omnipresente todo lo impregna. El silencio sólo es cómplice de su existencia.

Tratar al bebé como otro Cristo con la misión de salvar a la pareja es ridículo porque normalmente termina por abrir más aún la brecha.

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