viernes, 18 de enero de 2008

EN DOS PALABRAS: IN-SANO


Últimamente no ando muy bien de salud. La dichosa ciática o hernia discal o lo que quiera que sea (estamos a la espera de saber) ocupa gran parte de mis quehaceres diarios.

¡Y es, precisamente esto, lo que quiero compartir con vosotros!

Ahora que me he convertido en una habitual de los ambulatorios, observo cómo nos movemos por esa extraña e ingrávida dimensión que se llama “enfermedad”.

Los allí reunidos tenemos algo en común: malestar y preocupación. Ambos en grado e intensidad variable según el cuerpecillo del que emane. Los hay abrumados por un simple catarro, y estoicos ante una cirugía de riesgo. Todos cabemos.

Unas señoras charlan animosas sobre sus múltiples achaques. Les duele todo y de todo toman. Se cuentan, como en las trincheras, las heridas de guerra. Se escuchan atentas las penas, las propias y las ajenas, y como en un combate cuerpo a cuerpo, se suben las apuestas: “¡pues a mí me duele más! ¡Pues no quiera usted saber lo mal que estoy yo!”

Es fácil quedar atrapado en la enfermedad. Se empieza por un leve malestar, que no mejora, que se complica, que requiere de pruebas, de especialistas…Es fácil quedarse instalado en la pena, en la preocupación, en la espera.

Cuando algo nos preocupa invade nuestras vidas. Permanece instalado en nuestra cabeza; le damos vueltas. Y para hacerle el hueco que precisa, apartamos de nosotros otros pensamientos o quehaceres. La preocupación gana terreno y extiende sus sibilinas redes haciéndolas cada vez más fuertes. A nosotros, más débiles.

La conversación se vuelve monotemática. Me decía una persona en terapia: “Quiénes te conocen se interesan por tu enfermedad, y si no lo hacen ya te encargas tú de ponerlos al día…” “Ves tu enfermedad por todos lados, hablan de ella en la tele, o en la radio, u oyes de alguien que también la está pasando…” ¡Cómo cuando te embarazas que sólo ves embarazadas por la calle!”

Y es que seleccionamos aquella información de nuestro entorno que nos mantiene en contacto con nuestra prioridad principal: seguir conectados a la preocupación de nuestra enfermedad, para darle respuesta o algún sentido a su existencia. Estamos atentos a cualquier señal que nos revele por donde tirar.

Un paseo peligroso por el desánimo, cuando lo que se encuentra no facilita ni alivia sino que perpetúa la espera. ¡Como un tiovivo que sólo da vueltas y vueltas!…Como en todo círculo perverso, saltar fuera de él nos libera. Mirar en otra dirección o con otros ojos, cambiar el discurso, o retomar antiguos intereses o quehaceres puede ser un primer paso. Y un paso conduce a otro y a otro más…

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