lunes, 24 de diciembre de 2007

LA MALA SUERTE: PROFECÍA DE AUTOCUMPLIMIENTO




Hace unos días, hablaba con mi sobrina por teléfono. Tiene 21 años y muy mala suerte. O eso es lo que ella cree...


"- Buff! ¡Qué desgraciadita soy! ¡Tengo unas ganas que acabe el año! ¡Y es que ha sido un año horrible! ¡Vamos, peor imposible!
- ¿Y eso?
- Es que todo me ha salido mal: mi novio me ha dejado, he cambiado cuatro veces de trabajo, me estampo con el coche y para colmo, la reparación me cuesta un riñón..."

¡Festival del infortunio! pensé.

Su voz, que en un principio sonaba resignada y algo mustia, había cogido un tonillo animoso y dicharachero, como de velocidad trepidante. Me vino a la cabeza una imagen muy gráfica: la del insensato que se lanza ladera abajo en bicicleta, primero cauteloso y con recelo, luego a toda mecha y sin pisar el freno.

Llegados a este punto, le solté:

-¡Quieta, "pará"!
-???????
-Veamos: tu novio te dejó a principios de año, y eso te permitió volver a enamorarte de nuevo, conocer otros ambientes, otros amigos, otras historias. Un drama, desde luego...

Dices, con pesar, que has cambiado 4 veces de trabajo. Una pena, si tenemos en cuenta, que cada uno era mejor que el anterior, y así hasta lograr tu sueño. Lo conseguiste ¿no?
En cuanto al coche: el mecánico, al verte en el taller, te preguntó asombrado "pero, ¿estás viva?"

Tienes razón. ¡Pues sí que es mala suerte la tuya!


Cuando algo nos sale mal, tendemos a pensar que el azar nos la jugó (pelotas fuera) o que somos unos auténticos cenizos (gol en propia puerta). El grado de responsabilidad que nos otorguemos dependerá de nuestra capacidad de autocrítica y tolerancia a la frustración. En ambos casos, lo peligroso del asunto, es caer preso de la profecía autocumplidora: "soy un gafe" o "tengo mala suerte" y te lo voy a demostrar. Son dos pensamientos idóneos para iniciar un inacabable circuito de verdaderas calamidades, que nos proporcionaremos nosotros mismos. Estaremos atentos únicamente a aquellas situaciones que nos confirmen esta hipótesis y desecharemos las que vayan en otra dirección. Asumiremos nuestro victimismo desde un cómodo "la suerte me abandonó".

3 comentarios:

Anónimo dijo...

supongo que visto desde fuera todo se ve muy facil, es cierto, tienes razón! he podido conocer otros ambientes, trabajo de lo que realmente me gusta (y eso me llena de orgullo), y despues del accidente...estoy viva!! supongo que tengo que dar gracias a todo.. pero aun así a veces la mente me juega malas pasadas, es dificil olvidar o simplemente no querer recordar..algo normal supongo, no?...

un beso, tu sobrina

Anónimo dijo...

Nadie dijo que fuera fácil. Tomar decisiones es una tarea complicada. Deseamos elegir la mejor opción, la perfecta, y a veces, nos perdemos en esa búsqueda de lo óptimo, olvidando que lo simple es, a menudo, lo más sensato.

No se trata de olvidar, sino de recordar. Gracias a lo vivido y experimentado, aprendemos algo.

Leí en alguna parte que "de los errores nace el verdadero conocimiento"

Y lo más importante: si tomamos las riendas de nuestra vida, sólo nosotros seremos responsables. Ni el azar, ni la mala ni buena suerte...NOSOTROS.

Un abrazo cariñoso.

Anónimo dijo...

Creo que lo peor que podemos hacer cuando nos sucede algo que nos hace salir de nuestras rutinas o nuestras "zonas cómodas" es centrarnos en lo negativo, olvidando las oportunidades que todos los cambios nos ofrecen.
Y cuando nos centramos en lo negativo, evidentemente, no vemos nada más que eso, por lo que cualquier cosa que suceda no hará más que reafirmarnos en lo desgraciaditas que son nuestras vidas y nos preguntaremos: "¿por qué tiene que sucederme siempre a mí?".

Posiblemente, no podremos controlar determinadas circunstancias, como las que aquí se han dicho (que nos dejen, que nos despidan, que suframos un accidente, etc), pero lo que sí podemos controlar es nuestra reacción ante ellas, es decir, cómo nos sentimos, o cómo decidimos actuar frente a ellas.
Así que creo que debemos dejar de sentirnos víctimas para empezar a tomar la responsabilidad de nuestra vida. Eso nos hará más fuertes.
Un beso.
Antonia