Séneca dijo “No hay esclavitud más vergonzosa que la que se asume voluntariamente”, y alguien añadió “y el autocastigo la forma más degradante de humillación porque proviene de uno mismo”.
Ambas recuerdan a algunas parejas que se construyen falsamente en nombre del Amor.
Disfrazar de Amor lo que en realidad es miedo o necesidad. Nada nuevo. Tabla de salvación que pueda rescatar al náufrago de una muerte imaginada y no por ello menos amenazante. Tabla de salvación para quien se siente perdido y solo. Tabla de salvación para quien nunca fue alguien para nadie y se descubre, un día, que existe, porque alguien pronunció su nombre.
Estar a salvo es sobrevivir, que no es lo mismo que vivir bien. Se busca seguridad y protección. Se le exige a la tabla de salvación que nos lleve a flote, que no a buen puerto. Sólo a resguardo. Se le exige que se haga cargo de nosotros porque nos declaramos incompetentes para nuestro propio cuidado. Delegamos nuestra supervivencia, ni siquiera nuestro bienestar. Del disfrute ni hablamos. Son parejas que se sufren, aunque en secreto. Que se viven en un sinvivir. Que conviven sin compartir, en soledad.
Sorprende su transitar. Sin pasión, sin alegrías. No merecen más. Incómoda seguridad.
En nombre del amor y de la falsa seguridad, cuanto mal.
Resignarse a mal vivir es una opción, pero no la única posible.
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