Los hijos necesitan perdonar a sus padres para perdonarse a sí mismos. Esa es la historia.
Hijos sufrientes que lloran su culpa por sentir lo que sienten.
“No me gusta el padre que tengo. No puedo soportarlo. No a él, sino a mí, sabiendo lo que siento. Soy un monstruo. Ningún hijo debería sentir eso hacia su padre. Soy despreciable, malo.”
Esas palabras salieron de las entrañas de un hombre joven, atormentado por un querer y no poder sentir lo que se supone se debe sentir. Y ahí está el error, ahí radica el drama. Atrapado por sus propios sentimientos, tan legítimos y honestos, y sin embargo, rechazándolos de pleno, acusándose por sentirlos, ni siquiera por expresarlos. Javier necesitaba entender.
Entender que las emociones no son ni buenas ni malas. Son. Están ahí por alguna razón. Informan a su portador de que algo duele, algo se necesita o algo desagrada. Son de una utilidad asombrosa. Una ayuda inmejorable para saber dónde estamos y hacia donde queremos ir. Como un Gps. Fantásticas. Lástima que, a veces, no sepamos usarlas.
Javier no odiaba a su padre. Nada más lejos. Es sólo que no fue el padre que le hubiera gustado tener. Eso es todo. No pudo escoger. Su padre, un hombre duro, de vida difícil, nunca atendió a las necesidades de Javier como a él le hubiera gustado. De niño, echaba de menos algún gesto cariñoso, o al menos cercano, pero a pesar de sus denodados esfuerzos nunca llegó. Javier creció ideando múltiples formas de agradar a su padre, pero sin resultado.
Lo que empezó siendo tristeza, se convirtió en desánimo, luego en culpa, más tarde en rabia y finalmente en desesperación.
Javier no odiaba a su padre, sino todo lo contrario. Se odiaba a sí mismo por no haber encontrado la llave que abriera la puerta a ese tan esperado amor. Se culpaba a sí mismo por no ser el buen hijo que quizás hubiera anhelado su padre. Y nada duele más que creerse huérfano de cariño. Pero nuevamente, Javier se equivocaba. Que su padre no supiera quererlo como él lo hubiera necesitado , no significa que su padre no lo quisiera. Si Javier hubiera encontrado la manera de dejar de buscar, de dejar de empeñarse en encontrar…
6 comentarios:
Que mal interpretamos las emociones y que daño nos hacemos.
Me ha encantado Mayte! esto pasa mucho... ¿sabes? me ha parecido muy curioso tu párrafo de "Transformación de emociones" (el antepenúltimo, no sé, me ha dado que pensar en lo maleable de nuestra conciencia emocional... y que tal vez pueda ser herramienta de ayuda en la terapia... pero déjame pensar en el "cómo" :) un abrazo.
me refería al penúltimo!! :)
Escogemos a los amigos, ya sea de manera activa o pasiva, pero nunca nos pusieron delante un "libro de padres" para escoger.
Por tanto, sólo si nos sentimos libres de no amar a aquellos que nos ha tocado podremos sentirnos libres de amarlos...
yo asisti a mayte por un caso similar...deje de ir por motivos economicos, pero cuando pueda volvere, pero es muy doloroso sentirse asi....
Aunque algo tarde, agradezco vuestros comentarios. De hecho, es la parte interesante de los posts...Un abrazo.
Publicar un comentario