martes, 5 de agosto de 2008

¿Y NO ME VAS A PREGUNTAR?

Hace un par de días, paseando por mi pueblo, encontré una parada ambulante, de compra-venta de viejas películas, discos de vinilo y otras delicatessen…Anduve trasteando por ahí, mirando pelis, fisgoneando por puro vicio, y entre todo aquel maremagno de tiros, puñetazos y amoríos locos, di con una que por estar donde no debía, llamó mi atención: Conversaciones con mamá, una producción argentina. Reconocí al actor de la carátula, Eduardo Blanco (el amigo de Ricardo Darín, en El hijo de la novia). Me dejé convencer por él y la compré.

Me alegro de haberlo hecho. Es una pequeña joya. Siempre me sorprende ese estilo argentino de inyectar humor a situaciones dramáticas. No sé como lo hacen pero uno se queda atrapado en esos diálogos, imposibles, a veces.

Hubo una escena que me pareció fantástica. Sólo es un detalle, que puede parecer anecdótico, pero le da un sentido crucial a toda la historia.

La madre del protagonista, una señora de avanzada edad, conversa con su hijo. Es una charla curiosa porque a cada cosa que ella le va a explicar, se detiene antes de hacerlo y mirando atónita a su hijo, le recrimina: “¿y no me vas a preguntar?”.

Se supone que cuando alguien dice “¡Hoy me pasó algo gracioso!”, inmediatamente va a explicarlo, sin necesidad de que su interlocutor pregunte “¿y qué fue?”
De modo que sonaba rara la exigencia de la anciana, que también desconcertaba al hijo, a la vez que lo irritaba“¡Claro, que quiero saber, mamá, pero es obvio que vas a contármelo!”

Al final de la historia, ese pequeño vicio de la madre cobra sentido: ella, siendo muy joven, al poco de casarse, sorprende a su marido, besándose con una vecina. La infidelidad la situó en una posición difícil. Si descubría a su marido y le preguntaba si ya había dejado de quererla, y él respondía que sí, se vería deshonrada, y corrían tiempos difíciles para una chica en esa situación. Pero si no le preguntaba, nunca sabría si aquello fue una affair pasajero, una estupidez de juventud, o por el contrario, algo serio. Pensó en abandonarlo. En alguna ocasión, incluso preparó la maleta, pero al final, siempre se echaba atrás. Era una situación incómoda de resolver.

No hizo ni lo uno ni lo otro. Ni le preguntó ni lo abandonó. De modo que vivió el resto de su vida con él, reprochándole en silencio, y despreciándolo.

Necesitó toda una vida de amargura para aprender la lección: no resolver no resuelve, sino que perpetúa.

Su hijo, un exitoso ejecutivo, de la noche a la mañana se ve atrapado en una nueva situación vital: en el paro, sin poder hacer frente al elevado nivel de vida, y con una esposa amante del dinero.

La madre, que ve en el atolladero que anda su hijo, le anima a hacer algo bien sencillo: “Si alguna cosa deseas saber, pregunta”.Y eso será lo que le salve la vida…

Esto me recuerda a
un post que hace tiempo leí. Cuando se busca en el lugar equivocado, sólo porque resulta más cómodo…

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