lunes, 14 de enero de 2008

PON UN "HOUSE" EN TU VIDA


Ayer estuve viendo un episodio de House; ese médico mala leche, de insufrible egolatría, que genera en internos y pacientes (y en mí, también) ambivalencia de sensaciones: algo así como…¿ un cariño odioso?

En el episodio, una de las internas comete un error gravísimo en el diagnóstico de un paciente, y por tanto, en la ejecución de las pruebas médicas pertinentes. Y el paciente, muere. La residente, se recluye a solas con su culpa, en la sala donde yace el cadáver, y llora amargamente. Aparece House y le explica cual fue el error diagnóstico y cómo podría haber salvado la vida del paciente. La interna, deduce lógicamente, que House la despedirá del hospital, sin embargo y para su sorpresa, él le suelta algo así:
“¡Estaría loco si te despidiera! ¡Ahora que has aprendido algo que jamás olvidarás! Tu aprendizaje de hoy, salvará muchas vidas mañana”

¡Y es verdad! Vivimos en la cultura de la amonestación del error, en lugar de la “bonificación” del error por el aprendizaje que supone.
¿Cuantas empresas han despilfarrado una oportunidad preciosa, enviando a la calle (o a la competencia, para ser más exactos) a quienes cometieron algún “error” de incalculables números? Es un contrasentido, porque, el valor de tremendo aprendizaje supera en mucho, el coste económico del error. Y si no, ¡que les pregunten a los protagonistas de las inconfesables meteduras de pata, si volverán a cometer ese mismo fallo! Desaprovechar una oportunidad así, es sencillamente, de locos o estúpidos.

Estamos entrenados para ver lo que no funciona. Criticamos. Señalamos lo que no nos gusta. Y nos cuesta, sin embargo, hacer lo mismo con lo que consideramos oportuno, bueno, acertado. Acusamos pero no reforzamos lo positivo. Nos encanta silbar nuestro descontento y hacérselo llegar al otro, pero obviamos los aplausos cuando tocan. Es una cuestión de aprendizaje. Nos enseñan como la canción de moda, que eso no se dice, que eso no se hace y eso no se toca. ¡Y aprendemos lo que vemos!

Tomar decisiones es lo importante. Equivocarnos o no, es secundario. Sólo aprendemos de lo que hacemos, no de lo que imaginamos o soñamos. Equivocarnos nos abre nuevas posibilidades. Nuevos aprendizajes. Nos guía, nos muestra, nos aclara. Es como un GPS, que nos orienta y nos resitúa. Llorar lo que pudo ser y no fue, solo nos amarga.




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