viernes, 9 de enero de 2009

CUANDO LO MEJOR ES ENEMIGO DE LO BUENO


“Lo mejor es enemigo de lo bueno”

Lo admito. Ir conmigo de compras puede ser una experiencia irrepetible, porque no te quedarán ganas de repetir…

Me explico. Necesito unos zapatos y Odio ir de compras. Me aburre soberanamente. Sólo cuando me obliga la necesidad, voy. Pero, paradójicamente, cuando no me queda otra y tengo que lanzarme a las calles, en busca del ansiado objetivo, en lugar de llegar, ver y vencer, proloooooongo la agonía durante hooooooras (para mi desquicie y el de mi desafortunado acompañante, si lo hay).

La cosa funciona así: Necesito los dichosos zapatos, y como detesto ir de compras, quiero concentrar mis esfuerzos en encontrar aquellos maravillosos zapatos que no sólo me saquen del apuro, sino que además combinen milagrosamente, con toda y cada una de mi extensa colección de prendas de vestir (o sea, con el tejano oscuro, con el tejano menos oscuro, con el menos-menos-oscuro…) ¡Y claro, es difícil encontrar exactamente ESOS zapatos! Porque Ellos, Los Únicos, Los Soñados, Los más-mejores…que cubran absolutamente todas mis expectativas… ¡Por supuesto NO EXISTEN!

De modo que regreso a casa frustrada, con el tiempo consumido inútilmente y con la compañía cabreada…

Buscar lo mejor puede hacer que no veamos lo bueno, y nos perdamos en una búsqueda infructuosa, como quien está en viaje permanente y pone sumo cuidado en no llegar nunca.

Recuerdo el caso de una persona que vino a terapia, cuya angustia vital la consumía. Su amargura era tal que se pasaba las horas llorando y lamentándose por no encontrar lo que buscaba: relaciones afectivas de una intensidad y vinculación casi fusional. Sólo concebía la amistad si implicaba un desnudo emocional absoluto y permamente, y si esto no se cumplía, las deshechaba.

No es difícil imaginarla sola. Nadie era suficientemente bueno para merecerla. Nadie estaba a su altura. Todos la decepcionaban porque no se entregaban a su amistad en cuerpo y alma, veinticuatro horas al día, trescientos sesenta y cinco días al año.

Prisionera de su búsqueda, jamás encontraría lo que no existe, y en el camino perdería muchas oportunidades de conocer a gente estupenda, y seguramente, verdaderas amistades…Paradójico, ¿no?

Una vez más, lo mejor, enemigo de lo bueno…¡qué cosas!


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