lunes, 2 de junio de 2008

¡A LLORAR QUE SON DOS DÍAS!


Hace unos meses estuve en un velatorio. Esos lugares, los tanatorios, tienen una función social más allá de la aparente. Había una gran sala comunitaria, y en todo su perímetro, varias pequeñas salas funerarias donde cada familia rendía el último homenaje a su difunto. ¡Curioso lugar!-me dije- Desde la distancia del que no llora la muerte de alguien cercano, pude observar semejante fotografía: pequeños corros de gente apesadumbrada, rodeaban la enorme sala. Cada familia lloraba a su muerto, a la vez que se cruzaban atentas miradas con las personas de las salas contiguas. Nada une tanto como el saberse de verdad comprendido. El dolor compartido atraviesa muros. No importa la edad, sexo, raza o condición social. El punzante dolor por la pérdida de un ser querido, atraviesa diferencias cuales quiera que éstas sean.
Andaba yo cavilante en estos pensamientos, cuando observé dos situaciones tan idénticas como distintas: Sentada en un triste banco de la enorme sala, una viuda lloraba su pérdida. La rodeaban varias mujeres, que en un intento por “tapar” su dolor, le recriminaban cada vez con más insistencia: “¡No llores más, mujer! ¡Ya está, ya está! Sssssschtttt!” A lo que la viuda, con evidente angustia, respondía “¿pero cómo no voy a llorar? Él se ha ido…se ha ido…” Y se esforzaba por contener el llanto, sorbiéndose las lágrimas con esforzado suplicio. ¡Pobrecilla! Viéndose flaquear en tan dura demanda, suspiraba hondo, como conteniendo el tremendo pesar. La viuda sufría su dolor en silencio, por temor al insistente “Sssschhhhhssstttt…no llores más! Ya está, ya está!”

A pocos metros, la misma escena: otra viuda ¡Ésta tuvo más suerte!-pensé yo-mientras observaba cómo su familia lloraba con ella. Afortunadamente, sus allegados le permitieron expresar su pena. Sus lágrimas rodaban a mares, y su quejido rompía el solemne silencio de la sala. Su familia la abrazaba, acompañándola con un sereno “¡sí, cariño, es una pena…es una pena…!

Y es que cuando “el corazón” duele, los ojos ofrecen lágrimas. ¿Acaso hay intercambio más sabio, sano y natural?

1 comentario:

Cristina Murillo Jimenez dijo...

Obviamente la primera viuda estaba sola, el muerto no tenia mas familia que a ella, y seguramente ella tampoco tenia a nadie mas, la del estupido "shhhhh" solo seria una ajena allegada. Con la segunda viuda, si que estaba el resto de la familia del muerto. Y es que somos asi de limitados, si no nos duele, no entendemos el dolor.
me encanta tu blog Mayte, acabo de aterrizar por aqui, si te parece voy a seguir leyendo...¿vale?